A través de dos sesiones, hemos analizado los retos de seguridad y de paz del Sahel y de Mozambique. Aunque se tratan de contextos muy diversos, coinciden en contar con graves deficiencias a nivel de gobernanza.

Los Estados del Sahel aparentemente cuentan con democracia pero en realidad se trata de una “democracia fachada”, como David Nievas denomina: son sociedades donde no existe una libertad real y el pueblo no puede hacer realmente cambios. La cooperación internacional actual se centra en temas de seguridad para frenar la migración y los movimientos fundamentalistas religiosos. Sin embargo, la verdadera clave pasaría por entender las relaciones micro que hay entre los diferentes grupos, reconocer los problemas existentes con el Estado (deslegitimado por haberles “abandonado”) e identificar en qué medida es necesario reforzar las capacidades del Estado para que pueda desarrollar sus capacidades y evitar que los grupos terroristas sigan instrumentalizando el malestar existente para seguir actuando en la región.

Mozambique por su parte celebrará elecciones en octubre de este año pero la opacidad de las negociaciones actuales de paz, no dejan entrever qué sucederá, según señala Gonzalo Vitón. El apoyo internacional en el país se está centrando también en los temas de seguridad, alegando el peligro del surgimiento de movimientos religiosos fundamentalistas en el norte del país. En todo esto,  la sociedad civil sigue relegada y las cuestiones de género no son una prioridad en los Planes de Paz. En concreto el Plan Nacional de Mujer, Paz y Seguridad de 2018-2022 de Mozambique no se ha elaborado a partir de la participación de las propias mujeres y no cuenta con los fondos necesarios para ponerse en marcha. El país ha pasado de ser un alumno aventajado de las políticas de reajuste estructural y programas de paz, a estar nuevamente en una situación incierta como consecuencia de las tensiones políticas y sociales que no se han resuelto todavía.